Hasta las Tres de la Tarde
Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad.
Mt. 27:45 (DHH)
El Viernes Santo es un día solemne en el calendario litúrgico que ocupa un lugar especial en los corazones de los cristianos de todo el mundo, independientemente de su denominación. Marcó la ocasión trascendental en la que se produjo un hermoso y desinteresado intercambio en el Calvario hace casi 2000 años. Este día es un momento para la reflexión sobria y la contemplación profunda mientras recordamos el sacrificio supremo hecho por Jesucristo para la redención de la humanidad. Nos recuerda el inmenso amor, gracia y misericordia de nuestro Señor y Salvador.
La Biblia nos dice que:
A eso de las tres de la tarde, Jesús clamó en voz fuerte: «Eli, Eli, ¿lema sabactani?», que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Mt 27:46 (NTV)
El texto llama la atención sobre un momento profundo en la vida de Jesús. Al asumir el pecado de toda la humanidad, clamó fuertemente, cargando completamente el peso del pecado y el quebrantamiento del mundo. En ese momento, el Hijo de Dios experimentó por una fracción de segundo lo que era no tener comunión con el Padre por causa del pecado. Esta inimaginable separación de Dios, aunque sólo sea por un momento, resalta la profundidad del sacrificio de Jesús y su voluntad de llevar los pecados de la humanidad. Es un recordatorio del increíble amor desinteresado y la gracia infinita que Jesús ofrece a todos los que acuden a él.
Cuando Jesús clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Fue un momento de intensa angustia y sufrimiento, mientras él cargaba sobre sus hombros el peso de todos los pecados de la humanidad. A pesar de esto, siguió comprometido con su misión de salvación, soportando el dolor y la humillación de la cruz para ofrecernos el regalo de la vida eterna.
Este acto desinteresado de sacrificio sirve como un poderoso recordatorio de la profundidad del amor de Jesús por nosotros y de hasta dónde estaba dispuesto a llegar para redimirnos. Mediante su muerte y resurrección, se nos permite ser perdonados y reconciliados con Dios y experimentar el verdadero gozo y la paz que provienen de una vida en él.
Las palabras “Eli, Eli, lema sabachthani?” fueron pronunciadas por Jesucristo en la cruz cuando clamaba a Dios en su momento de agonía. El apóstol Pablo escribió que Cristo fue hecho pecado por causa nuestra.
En la tradición cristiana, el pecado es visto como una separación fundamental de Dios, un estado de ser en el que nacen todos los seres humanos. Al asumir la carga del pecado, Cristo se separó momentáneamente de Dios y experimentó el peso total del pecado de la humanidad. Este autosacrificio único, eterno y poderoso tenía como objetivo lograr la redención y la reconciliación entre la humanidad y Dios.
Las palabras del apóstol Pablo nos recuerdan que el sacrificio de Cristo no fue simplemente un concepto teológico abstracto sino un acto real y tangible de amor y compasión. A través de su sufrimiento, Cristo nos mostró la profundidad del amor de Dios y hasta dónde llegará Dios para salvarnos de nuestro quebrantamiento y pecaminosidad.
Pablo lo expresa elocuentemente de esta manera:
Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él.
2 Cor. 5:21 (LBLA)
Este versículo enfatiza el mensaje de esperanza y redención que se nos ofrece mediante el acto sacrificial del Viernes Santo. Destaca la profunda importancia del evento y cómo continúa resonando en muchos de nosotros incluso hoy. El versículo sirve como recordatorio de que siempre hay esperanza para quienes vienen a Cristo y que la redención no sólo es posible sino alcanzable a través de la gracia de Dios.
El texto destaca el profundo impacto de la fe en nuestras vidas, enfatizando su poder transformador y las nuevas posibilidades que puede ofrecer. Reflexiona sobre el camino de la fe, que a menudo puede ser desafiante pero que, en última instancia, es gratificante y satisfactorio. Reconoce las luchas que podemos enfrentar pero también nos alienta a abrazar la esperanza y el gozo que la fe puede traer. El texto nos invita a explorar las experiencias espirituales que la fe puede ofrecer y a celebrar la vida nueva que puede obtener. Es un hermoso recordatorio de que, en medio de los desafíos de la vida, la fe puede ser una poderosa fuente de fortaleza, consuelo e inspiración.