Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 1 Pedro 4:10 (LBLA)
Lex orandi, lex credendi significa “la ley de la oración [es] la ley de la fe”. El principio de Lex orandi, lex credendi, nos recuerda la relación profunda entre la forma en que adoramos y las creencias que tenemos. Al participar en la adoración, tenemos la oportunidad de fortalecer nuestra fe y permitirle que moldee nuestras vidas. A través de este antiguo principio cristiano, podemos entender y apreciar mejor la importancia de nuestras creencias y su impacto en nuestro camino espiritual.
Lex orandi, lex credendi, es un poderoso concepto que enfatiza el vínculo inseparable entre lo que creemos y cómo adoramos. Al reconocer y respetar esta conexión, podemos profundizar la comprensión de nuestra fe y enriquecer nuestras prácticas espirituales. En la Comunión Anglicana, este principio es profundamente valorado y sirve como recordatorio de que nuestra adoración no es solo una serie de acciones sino un reflejo de nuestras creencias y valores más profundos.
Al haberme criado en la denominación de los Hermanos Libres, pude adquirir una comprensión profunda de una forma distinta de adoración que se ha perpetuado a través de generaciones. Mi experiencia pasada ha sido fundamental para ampliar mi comprensión de las diversas formas de adorar a Dios. Ha inculcado un profundo respeto y admiración por las diversas formas en que adoran las distintas denominaciones cristianas.
A medida que avanzaba en mi caminar cristiano, comencé a sentir la necesidad de ampliar mi conocimiento y comprensión del cristianismo más allá de la denominación en la que crecí. Quería explorar los diferentes matices y matices de la fe y obtener una apreciación más profunda de la diversidad y riqueza de las tradiciones cristianas. Para lograr este objetivo, me embarqué en un viaje para descubrir y aprender de otras denominaciones dentro del amplio y hermoso espectro del cristianismo.
Busqué iglesias, congregaciones y comunidades que practicaran diferentes formas de adoración y pusieran un énfasis distinto en varios aspectos de la doctrina cristiana. A través de este proceso, obtuve una mayor apreciación de la complejidad y diversidad de la fe cristiana y desarrollé una perspectiva más matizada y acogedora sobre la fe que había sido una parte tan importante de mi vida. La exposición a diversas prácticas de adoración me ha ayudado a desarrollar una actitud amorosa e inclusiva hacia otras denominaciones.
La denominación de los Hermanos Libres me enseñó que estudiar y predicar la Biblia tiene un gran poder. Su énfasis en la importancia de sumergirse en sus enseñanzas me inspiró a explorar su sabiduría eterna y descubrir su poder transformador. Me sentí atraído hacia denominaciones cuya alabanza y adoración eran más elaboradas, grandiosas e inspiradoras. La magnitud de la experiencia me dejó en un estado de asombro y asombro. Fue como si me hubieran transportado a otro mundo, uno lleno de belleza y magnificencia más allá de lo que jamás había imaginado. En ese momento comprendí verdaderamente la inmensidad de la gracia de Dios. Fue como si me hubieran quitado un velo de los ojos. Finalmente comprendí que la gracia de Dios no es limitada ni finita; es abundante y diversa. Esta comprensión me llenó de una paz y una gratitud que las palabras no pueden expresar.
Mientras me embarcaba en mi viaje en el Seminario, quedé cautivado por la profundidad y riqueza de las Escrituras y las tradiciones de la iglesia. Sumergirme completamente en este conocimiento me permitió abrir un nuevo mundo de comprensión y respeto hacia todo el espectro del Cuerpo de Cristo.
Durante mi educación, estuve expuesto a las enseñanzas y prácticas de una denominación perteneciente a la Iglesia Baja. Sin embargo, a medida que profundicé en el estudio de varias denominaciones cristianas, descubrí un nuevo aprecio por las ricas y significativas tradiciones de las denominaciones pertenecientes a la Iglesia Alta. Las congregaciones pertenecientes a la Alta Iglesia enfatizan la liturgia, con ceremonias formales y hermosas vestimentas que añaden un sentido de reverencia y asombro a la experiencia de adoración. Además, los sacramentos como la comunión y el bautismo son muy valorados en las congregaciones pertenecientes a la Alta Iglesia, ya que se cree que son actos sagrados y santos que nos acercan a Dios. Por el contrario, las congregaciones adheridas la Iglesia Baja tienden a tener un enfoque de adoración más relajado y accesible, poniendo menos énfasis en las formalidades y los sacramentos y, en cambio, centrándose más en expresiones de fe simples (no elaboradas) y sinceras.
En mi experiencia, toda persona que ha nacido de nuevo en el Cuerpo de Cristo debe abordar la adoración con un profundo sentido de reverencia y asombro. Cuando nos acercamos a Dios, debemos hacerlo con un profundo respeto por Su santidad y poder.
Es esencial reconocer que no existe una expresión única y exclusiva de adoración a Dios. Debemos presentarnos ante Él con la mente abierta, libres de nociones preconcebidas o pretensiones sobre cómo debemos acercarnos a Él.
En cambio, deberíamos centrarnos en la persona de Cristo y lo que Él ha hecho por nosotros. Debemos reconocer Su increíble sacrificio en la cruz y el amor y la misericordia que continuamente derrama sobre nosotros.
Adorémoslo con un corazón genuino y una fe inquebrantable, entendiendo que nuestra relación con Él es esencial en nuestras vidas. Al hacerlo, nos acercaremos cada vez más a Él y experimentaremos la plenitud de Su amor y gracia.
Es esencial reconocer y apreciar las formas únicas en que las diferentes denominaciones cristianas expresan su amor, consagración, dependencia y adoración hacia Dios. Cada denominación tiene sus tradiciones, rituales y prácticas desarrolladas a lo largo del tiempo. Estas expresiones de fe están profundamente arraigadas en la historia y la cultura de esa comunidad en particular y son una fuente de fortaleza y consuelo para sus miembros.
Deberíamos esforzarnos por comprender y respetar estas diferencias en lugar de criticarlas. Criticar la forma en que otros adoran puede provocar división y conflicto dentro del Cuerpo de Cristo en general, lo cual es inconsistente con las enseñanzas de Jesús. Reconocer que tales acciones no promueven un cuerpo eclesial armonioso es crucial. Al adherirse a las enseñanzas de Jesús, uno puede asegurarse de que sus acciones se alineen con los principios de amor, unidad y respeto que Cristo nos enseñó. Debemos abordar las diferencias en las prácticas religiosas dentro de las denominaciones cristianas con una mente abierta y esforzarnos por promover el entendimiento y la tolerancia mutuos. Pero por encima del amor. Jesús lo dejó claro a sus discípulos: habló:
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros.”
Juan 13:35 (LBLA)
En cambio, deberíamos abrazar la diversidad de expresiones de adoración y reconocer que no existe una expresión única y exclusiva de adoración a Dios. La adoración genuina a Dios va más allá de una liturgia específica y un estilo de música. Es un acto personal e intencional de escuchar cuidadosamente la voz del Espíritu Santo y Su palabra escrita y obedecerla con fidelidad y sinceridad.
“¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del Señor? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros.”
1 Sam. 15:22 (LBLA)
Trabajemos para construir puentes de comprensión y respeto mutuo entre las diferentes tradiciones eclesiásticas en lugar de derribar sus creencias y prácticas.
Unámonos como comunidad de creyentes y celebremos la riqueza y diversidad de nuestra fe, unidos en nuestro amor por Dios y nuestro compromiso de vivir Sus enseñanzas en nuestra vida diaria.