Hermano, tu amor me ha alegrado y animado mucho porque has reconfortado el corazón de los creyentes.
Filemón 1:7 (NTV)
Recientemente me cautivó un libro extraordinario del Nuevo Testamento al que, dentro de la Iglesia, no le prestamos demasiado tiempo. Su poderoso mensaje ha estado resonando profundamente en mí durante las últimas semanas, llenando mi corazón y mi mente de inspiración y conocimiento. Es el libro de Filemón. Estaba muy entusiasmado por volver a leer este libro mientras dirijo una clase de estudio bíblico. Me encanta usarlo con mis estudiantes para ayudarlos a mejorar sus habilidades de observación en el Método de Estudio Bíblico. Este libro es verdaderamente excepcional para perfeccionar este aspecto crucial y fundamental del estudio bíblico a nivel personal como corporal.
Al volver a leer la carta de Pablo, el versículo siete realmente resonó en mí. Permíteme compartirte esta inspiradora historia: Onésimo una vez fue esclavo en la casa de un hombre llamado Filemón. Se cree que, éste esclavo, le robó a Filemón o bien que huyó de la casa de su amo o incluso ambas cosas (recuerda que durante esos tiempos, una persona esclavizada era considerada propiedad del pater familias).
Onésimo emprendió, sin saberlo, un viaje extraordinario, a pesar de estar huyendo, que finalmente lo llevó a un momento crucial que cambió su vida para siempre. Durante este tiempo, se “cruzó” con el apóstol Pablo, cuyas profundas palabras y enseñanzas, arraigadas en la verdad de Dios, provocaron un cambio notable en él. Este encuentro trascendental llevó a Onésimo a abrazar de todo corazón el mensaje transformador de la cruz y depositar su fe en Cristo. Impulsado por este nuevo despertar espiritual, Onésimo abrazó su identidad cristiana con pasión y dedicación. Es muy posible que Onésimo buscará consuelo en Pablo debido al profundo respeto que Filemón sentía por él, pues sabemos que Pablo y Filemón se conocían, o tal vez se sintió atraído a buscar refugio en la presencia del apóstol, pues representaba una figura de respeto y autoridad en la comunidad cristiana de la época. De cualquier manera, tuvo un encuentro con el evangelio, que transformó su vida por completo.
En el momento indicado, el poder de Dios obró su increíble poder: una transformación completa, tanto espiritual como moral. Onésimo necesitaba enmendarse, y hacer lo correcto: regresar con Filemón y buscar la reconciliación. Por esta razón, el apóstol Pablo escribió una emotiva carta a Filemón, un querido miembro de la Iglesia de Colosas.
La descripción que hace el apóstol Pablo de Filemón es verdaderamente notable. Vívida y amorosamente lo describe como un creyente devoto, rebosante de amor y compasión por los seguidores de Cristo. Esta descripción evoca una profunda reflexión. ¿Habrá quien me describiría como alguien que ama y se preocupa profundamente por mis hermanos y hermanas en Cristo?
Nuestro profundo afecto por los demás se revela y se pone de manifiesto en nuestras acciones cuando prestamos atención sinceramente, y atendemos de todo corazón sus necesidades, les brindamos apoyo y participamos activamente en sus experiencias de vida, tanto buenas como las dolorosas y desagradables. Vivimos en un mundo egocéntrico, que nos lleva a creer que solo debemos preocuparnos por nosotros mismos y nuestras necesidades. Es muy fácil para nosotros pasar por alto la oportunidad de responder de manera activa y positiva cuando nos damos cuenta de las necesidades de otra persona. A menudo respondemos con un evasivo: “Estaré orando por ti”, aunque no tengamos la intención de orar realmente. ¿Por qué? Porque somos tan egocéntricos que hemos aceptado la mentira de que ‘no tenemos tiempo’, que estamos lo suficientemente ocupados con nuestras propias cosas y que debemos ‘priorizarnos’ a nosotros mismos sobre los demás. Cuando se nos ha dicho que no nos creamos mejores que nadie (Rom. 12:3), que el mundo y la vida no gira en torno a nosotros. Más bién se nos ha instruido a que “con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás.” (Fil. 2:3-4, NBLA)
La Biblia nos enseña algo diferente. Jesús dijo a sus discípulos:
En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros».
Juan 13:35 (NBLA)
En la actualidad parece haber una notable ausencia de amor auténtico y de preocupación desinteresada por los demás en nuestra sociedad. En lugar de participar en actos de bondad con el único fin de ser como Cristo, nos hemos acostumbrado a esperar algún tipo de beneficio o ganancia personal cuando hacemos algo por los demás. Esta mentalidad no solo es errónea, sino que no es bíblica. No se trata de hacerle un favor a alguien, pues en un futuro voy a necesitar algo de esa persona. La Biblia dice que “hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe.” (Gal. 6:10, NBLA)
Esforcémonos por abrazar el amor genuino y el cuidado desinteresado por los demás que Dios nos manda a tener. Hagamos de la bondad la norma en nuestras vidas, hagamos siempre el bien a todos sin esperar nada a cambio. No solo podemos, sino que estamos llamados a demostrar el amor y la compasión de Cristo a un mundo quebrantado, perdido y sangrante.
El apóstol Pablo dice: “tu amor me ha alegrado”. No puedo comprender la profundidad del amor práctico y palpable de Filemón. La fuerza de impresión que el amor desisnteresado, por la gente, que Filemón mostró fue extraordinaria. Sin duda produjo un efecto significativo e importante no solo en la vida de Pablo sino también en el testimonio de la Iglesia en la que Filemón fue plantado. Esta influencia tuvo un impacto profundo y significativo en sus vidas, guiándolos de maneras significativas. Esforcémonos por tener un impacto significativo en las vidas de quienes forman parte de nuestra comunidad expresando el amor de Dios a través de actos compasivos y desinteresados.
La contemplación de esta verdad me llevó a un profundo momento de claridad que me hizo reflexionar: “¿La sinceridad de mi amor está marcando una diferencia positiva en las vidas de quienes me rodean?” “¿Las personas que me rodean no solo ven sino que experimentan el amor de Dios a través de mí de una manera práctica?” Es realmente inspirador contemplar el impacto significativo que podemos tener en los demás. Hoy, mi oración y deseo es que Cristo se dé a conocer a un mundo quebrantado y perdido a través de actos genuinos de amor, misericordia y compasión. Al meditar en esto. escribí la siguiente oración en mi Biblia: “Espíritu Santo, por favor obra en mí, transforma mi mente y mi corazón, hazme más como Jesús y muéveme a amar a los demás genuinamente”.
¿Por qué debemos amarnos genuinamente unos a otros? Según el apóstol Pablo, porque trae gran alegría y aliento. ¡Participar en actos de amor puro no solo fortalece al cuerpo de Cristo sino que también nutre la empatía en nuestras almas! A medida que nos volvemos más conscientes de las necesidades de quienes nos rodean, nuestros corazones rebosan de gratitud hacia Dios, reconociendo que “Nada me falta, pues todo provees”, como dice el amado himno. Esta constatación es, en verdad, una bendición profunda y humilde. Las poderosas historias de cómo el amor de Dios transforma vidas, incluso de personas que no he conocido, me llenan de alegría y fortalecen mi fe. El amor de Dios y su impacto práctico en la vida de las personas, trayendo sanidad, restauración y transformación, inspira esperanza y fortalece nuestra fe. Como cristianos, deberíamos sentirnos conmovidos y motivados a hacer aún más cuando vemos los efectos del amor de Dios manifestado a través de actos tangibles de amor, compasión y gracia.
Hace diecisiete años, mientras echaba un vistazo a una librería, me encontré con un libro sorprendente que inmediatamente captó mi atención. El libro era atractivo, parecido a un pequeño libro de mesa de café, y su portada mostraba una imagen conmovedora de un niño que parecía desnutrido, o bien podría haber sido un niño refugiado, esta imagen evocaba un profundo sentido de empatía. El título era inesperado, pero el nombre del autor finalmente me obligó a extender la mano y tomar el libro, ansioso por sumergirme en sus páginas. “On The Move” (En Movimiento) era el título; fue escrito por la estrella de rock de renombre mundial, Bono. En él, el fenomenal cantante principal de la banda irlandesa de rock aclamada mundialmente U2, comparte un mensaje verdaderamente inspirador e impactante nacido de su poderoso discurso dado en el Desayuno Nacional de Oración del año 2006 en Washington, DC. Sus palabras ofrecen una profunda reflexión sobre su fe y lanzan un desafío convincente a las personas de todas las expresiones de fe para trascender las diferencias y unirse como uno solo con un fin en común.
Bono escribió las siguientes palabras que todavía resuenan profundamente dentro de mí:
El amor estaba en movimiento.
La misericordia estaba en movimiento.
Dios estaba en movimiento.
Dios estaba en movimiento y no nos dimos cuenta. Cuando suceden tragedias alrededor del mundo, cuando se desatan pandemias y epidemias, estas en realidad son oportunidades para echar a andar el amor y la misericordia.
He tenido la oportunidad de participar en reuniones de la iglesia y de avivamiento, donde el ruego sincero es por un despertar espiritual, un deseo sincero de que el Señor se mueva entre nosotros poderosamente y en donde se realiza una humilde invitación para que Dios actúe. Queremos un mover de Dios. La realidad es que Dios ya está en movimiento. Cuando extendemos actos genuinos de bondad a quienes nos rodean, ya sea que tengamos un vínculo cercano con ellos o no estamos viendo a Dios obrar de primera mano, aunque en el pasado hayamos fallado en reconocerlo. Cuando nos amamos unos a otros, estamos creando un reflejo poderoso y tangible de la presencia activa y transformadora de Dios a través de nuestro amor. No hemos reconocido que cuando extendemos misericordia a quienes están quebrantados, aquellos que han caído o incluso muchos otros que han sido marginados por el desconsuelo, estamos presenciando a Dios en acción, porque Él está obrando.
El apóstol Pablo ofrece otro vistazo a la naturaleza solidaria y amorosa de Filemón hacia la gente, diciéndole que “los corazones de los santos han sido confortados por ti, hermano.” Este último pensamiento me ha estado incomodando durante algún tiempo ya. No estoy muy seguro de que la gente pueda decir que se siente “muy reconfortada” al estar cerca de mí o por algo que haya hecho por ellos. Este pensamiento me plantea un desafío: si Dios está en acción, y sin duda lo está, ¿me estoy uniendo a él para extender amor y misericordia? ¿Estoy abriendo intencionalmente nuevas vías para que el amor eterno fluya y toque vidas, transformándolas por completo? ¿Estoy abrazando la misericordia no sólo como un concepto teológico o una práctica religiosa y piadosa, sino como un estilo de vida que da esperanza y futuro a los que han sido expulsados, a los que están quebrantados, dentro y fuera de la iglesia, a los que han sucumbido al pecado, a los que han sido marginados porque no encajan en nuestra concepción de cómo debería ser la vida cristiana?
¿Se sienten muy reconfortados por tus palabras y acciones aquellos con quienes vives, aquellos que te rodean?