Y una mujer de las mujeres de los hijos de los profetas clamó a Eliseo, diciendo: «Su siervo, mi marido, ha muerto, y usted sabe que su siervo temía al Señor; y ha venido el acreedor a tomar a mis dos hijos para esclavos suyos».
— 2 Reyes 4:1 (NBLA)
“Las sobras” encarnan la resiliencia. Podemos transformarlas en una comida satisfactoria o liberarlas para hacer espacio para nuevos comienzos. De cualquier manera, todos hacemos algo con ellas. En la vida, a veces nos enfrentamos a situaciones desafiantes, angustiosas y dolorosas. Estas circunstancias pueden llevarnos a perderlo todo debido a una situación específica, un problema o una injusticia. Con frecuencia, podemos encontrarnos cuestionando a Dios, expresando nuestra incredulidad ante lo que estamos atravesando, diciendole: “Señor, soy tu siervo devoto. Soy tu hijo amado; esto no debería estar pasándome a mí”.
Al parecer, esto le sucedió a la mujer que fue a Eliseo con su miedo, su carga, su tristeza y su pérdida inminente. No solo perdió a su esposo, sino que estaba a punto de perder también a sus hijos, a consecuencia de una deuda considerable. Un hombre de la compañía de profetas falleció, dejando a su viuda empobrecida y al borde de tener que vender a sus hijos como esclavos para saldar sus deudas. Esta viuda fue con el jefe de la compañia de profetas, y le dijo: “Su siervo, mi marido, ha muerto, y usted sabe que su siervo temía al Señor; y ha venido el acreedor a tomar a mis dos hijos para esclavos suyos.”
Veamos más de cerca algunos puntos clave del texto. Primero, se destaca que el esposo de la mujer estaba involucrado activamente en el ministerio. Segundo, enfatiza que él era un profeta, lo que significa su fuerte compromiso con el ministerio de tiempo completo. A pesar de la percepción de una vida bendecida, es importante recordar que servir a Dios es de hecho una bendición, pero no garantiza automáticamente una vida libre de deudas o problemas. Tercero, el texto subraya que este hombre estaba profundamente dedicado al temor de Dios.
Esta mujer necesitaba urgentemente un milagro, o perdería irremediablemente a sus hijos. Según la ley hebrea, la “venta” de una esposa e hijos como propiedad por deudas (Éx. 21:7; Am. 2:6, 8:6; Is. 50:1) estaba permitida, y esta práctica continuó hasta después del exilio (Neh. 5). Esta viuda estaba en un estado de desesperación y desolación. No te conozco a ti, ni conozco las particularidades de tu situación, ni el problema que estés atravesando, o el dolor que estás padeciendo. Puede que estés en una temporada en tu vida en la que necesites un milagro, o de lo contrario el “acreedor” te quitará tu alegría, tu paz y tu esperanza. Este acreedor puede ser un diagnóstico médico desgarrador, enfrentar una crisis financiera severa, estar en riesgo de perder tu casa debido a la incapacidad de hacer los pagos de la hipoteca o al borde de perder por el divorcio un matrimonio que duró más de 50 años.
Esta mujer pensó que no le quedaba nada más, pero estaba equivocada. No estaba considerando el «factor Dios» en la ecuación. El texto nos dice lo siguiente:
Y Eliseo le dijo: «¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa». Y ella respondió: «Su sierva no tiene en casa más que una vasija de aceite».
2. Reyes 4:2 (NBLA)
El Espíritu Santo te está hablando hoy a ti, durante esta temporada difícil. La pregunta que te está haciendo es: “Mi precioso hijo, mi amada hija, confía en mí. ¿Qué es lo que realmente tienes hoy a tu alcance?” Puede que te preguntes qué es eso que tanto tú como yo tenemos. Tenemos a Dios mismo y nuestra fe. Jesús dijo: “Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.” (Mt. 28:20, NVI). ¿Qué es la fe? Es un fundamento sólido, que proporciona una seguridad inquebrantable de lo que esperamos y una convicción firme en cosas que no son visibles a simple vista. Mi vida está firmemente anclada en la verdad inmutable de que Dios es quien dice ser y que se interesa profundamente por mí. Tengo una seguridad inquebrantable de que Él intervendrá en mi situación con provisión divina y sobrenatural. Estoy firmemente convencido de que mi situación actual traerá gloria a Dios en última instancia, ya que el resultado será la manifestación de su intervención milagrosa en mi favor.
Eliseo le ordenó, a la viuda de el profeta fallecido, que hiciera algo. Debía tomar a sus dos hijos y pedir vasijas vacías; se le ordenó que actuara conforme a una palabra que podría sonar extraña en ese momento. El texto nos dice intencionalmente que esta viuda debía pedir a sus vecinos vasijas prestadas y que no fueran pocas.
Eliseo ordenó: —Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas; que no sean pocas.
2 Reyes 4:3, NVI
Esta mujer necesitaba dinero para pagar una deuda que le quitaría a sus hijos de no saldarla, ella no necesitaba vasijas. En nuestra mente pudiera sonar raro, e inclusive pudiéramos pensar, “¿vasijas? ¿es en serio? ¿No puede el ministerio hacerle un préstamo o cubrir la deuda como un acto de amor?” Pero esta viuda obedeció la palabra que recibió. A pesar de las difíciles circunstancias, se mantuvo firme en su compromiso, creyendo en las palabras proféticas de Eliseo, el profeta principal entre la compañía de profetas a la que había pertenecido su esposo. Así que fue pidió prestadas muchas vasijas.
Luego entra y cierra la puerta detrás de ti y de tus hijos y echa el aceite en todas estas vasijas, poniendo aparte las que estén llenas».
2 Reyes 4:4 (NBLA)
“Luego entra y cierra la puerta detrás de ti…” Este texto me parece increíblemente interesante. Es comprensible que algunos piensen que Dios, siendo el Todopoderoso, obraría el milagro de esta viuda con una manifestación tan asombrosa y deslumbrante como lo fue la apertura del Mar Rojo. En cambio, ella recibió una orden que requería ejercitar su fe y actuar dentro de los confines íntimos y privados de su hogar. Este versículo subraya la importancia de la privacidad para demostrar la notable capacidad de Dios para trabajar a través de su siervo, enfatizando la naturaleza profundamente personal de la intervención de Dios y magnificando al mismo tiempo su extraordinario poder.
Esta viuda debió haber enfrentado una temporada muy difícil, complicada, y dolorosa. Aunque el texto no lo dice explícitamente, podemos imaginarla saliendo a pedir dinero prestado o tal vez visitando una casa de empeño, sólo para darse cuenta de su incapacidad de saldar por completo la deuda. Creo firmemente que esta viuda fue guiada a buscar al hombre de Dios. Hoy tú y yo podemos libremente buscar a Dios. Podemos apelar directamente al Padre por su intervención divina. Dios sabe cómo guiarte a través de una serie de desafíos, pruebas, y/o dificultades hasta que llegas a un punto en el que caes sobre tu rostro y dices humildemente: “Oh Dios, te entrego todo. Te doy permiso para hacer lo que quieras en mi vida. Dejo ir mis propios planes y me rindo a tu voluntad.”
Dios eventualmente requerirá que alcancemos un punto de entrega total, ya sea de manera suave o con algunos «baches» en el proceso. La viuda de este profeta se rindió por completo y cumplió a cabalidad con las instrucciones de Eliseo. La NTV nos dice: “Entonces ella hizo lo que se le indicó. Sus hijos le traían las jarras y ella las llenaba una tras otra.” (2 Reyes 4:5). El participio hebreo utilizado aquí enfatiza una acción continua de la fe que esta viuda ejercio.
La intervención de Dios en nuestro favor es personal. Siempre lo ha sido, ya que él es un Dios personal que desea una relación personal e íntima con nosotros. Por lo tanto, no debería sorprendernos que los milagros más impresionantes y conmovedores de Dios se realicen, precisamente, de manera personal y privada. Él quiere relacionarse con nosotros a un nivel más profundo y personal. Su palabra fue dejada para que nosotros busquemos avídamente su dulce y suave voz. Una voz de aliento, de salvación, de restauración, de sanidad, una voz que produce milagros. La viuda entendió que su vida descansaba en las manos de Dios; demostró dos cosas: una sumisión humilde y una obediencia sin reservas.
Sin embargo, ella persistió en pedir ayuda. Tenemos un Dios personal que no solo entiende nuestras necesidades, sino que también posee la capacidad de transformar por completo cualquier situación. Es esencial que busquemos activamente su intervención y solicitemos su intervención divina. Él está listo para intervenir, haciendo surgir su poder, gracia y voluntad inquebrantable para demostrar su amor ilimitado por nosotros y su dominio sobre todo.
“...y ella las llenaba una tras otra…” Esta frase es poderosa porque encarna la realidad y la convicción que esta angustiada viuda manifestó. En medio de la adversidad, su obediencia demostró un acto de fe constante y consistente. Recibió una palabra de Dios, la obedeció y siguió obedeciendola hasta que no hubo más vasijas en las que verter aceite. A través de una fe y una confianza inquebrantables en la palabra profética que recibió, ella tomó una acción decisiva. No cuestionó la instrucción del profeta; siguió adelante y actuó conforme a lo que se le indicó. Quizás nunca sepamos el número preciso de vasijas que se llenaron ese día como resultado de su obediencia. Sin embargo, lo que es seguro es que, este milagro divino superó todas las expectativas que esta mujer pudo haber tenido. Así como fue más que suficiente para esta viuda hace cientos de años atrás, Dios siempre provee abundantemente para nosotros.
Entonces ella fue y se lo contó al hombre de Dios. Y él le dijo: «Ve, vende el aceite y paga tu deuda, y tú y tus hijos pueden vivir de lo que quede».
2 Reyes 4:7 (NBLA)
El significado de las palabras de Eliseo es inconfundible y pone de relieve la naturaleza transformadora del milagro que esta mujer experimentó de primera mano. Después de la extraordinaria intervención divina, se le ordena con ternura y firmeza: “Ve, vende el aceite y paga tus deuda”. La dádiva de Dios es abundantemente generosa (Marcos 6:43; Efesios 3:20). A diferencia de los individuos, las cuentas bancarias o lo que consideramos un empleo seguro y estable, Dios nunca falla como el Dios de las viudas y los huérfanos (Deuteronomio 10:18; Santiago 1:27). Él está allí para los quebrantados, los abandonados, los más pequeños y los perdidos, y para aquellos que necesitan un milagro.
¿Qué es lo que estás buscando? ¿Qué situación específica en tu vida crees que requiere de la intervención divina? ¿Has llegado a un punto en el que te sientes completamente impotente y has entregado todo a Dios? ¿Has expuesto con seriedad ese problema específico, esa situación desafiante delante de Dios en oración? Si ya has dado este paso, ¿estás genuinamente preparado y dispuesto a seguir y adherirte a la guía y las instrucciones de Dios, incluso si pueden ser difíciles de entender o parecer poco claras en el momento?