Yo sé que mi Redentor vive,
y al final se levantará sobre el polvo.
Y después de deshecha mi piel,
aun en mi carne veré a Dios;
Job 19:25-26 (LBLA)
Hoy la existencia se escribe en versos, en un poema celestial donde el sufrimiento se transforma en redención y cada palabra vibra con la pasión del amor de Cristo. Imagina que cada experiencia dolorosa es un verso que, al ser pronunciado por el alma, se convierte en una oda a la esperanza y a la salvación. El dolor se torna en poesía, y la pena se convierte en un canto de fe que trasciende las fronteras de lo humano.
Los versos de redención surgen como una melodía eterna que nos conecta con la esencia del Redentor. En el eco de cada palabra se refleja la promesa de una salvación que no se rinde ante el paso del tiempo, sino que se afirma con la fuerza de un amor inagotable. Cada estrofa es un testimonio de que, en el sufrimiento, se esconde la semilla de una fe renovada, capaz de transformar las cicatrices en huellas luminosas de la gracia divina.
Permítete sumergirte en esta poesía celestial, dejando que cada verso te lleve a comprender que, aunque el dolor marque tu existencia, es también el preludio de una redención que trasciende la carne y abraza el alma. Que cada palabra te inspire a ver en tus heridas la promesa de un futuro resplandeciente, y en cada silencio, la certeza de un amor que todo lo sana.
Oración:
Jesús, Redentor mío, transforma mi sufrimiento en versos de esperanza y mis heridas en canciones de amor. Que cada palabra que brote de mi alma sea un testimonio de Tu misericordia y un himno de gratitud por la redención que solo Tú puedes obsequiar. Amén.
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