Pregunta, te ruego, a las generaciones pasadas,
y considera las cosas escudriñadas por sus padres.
Job 8:8 (LBLA)
Hoy se abren las puertas del tiempo, y el pasado se revela en delicados susurros que llegan al alma como un eco distante de viejas melodías. Cada recuerdo, cada experiencia vivida, es un verso en el poema de tu existencia, un testimonio de las obras maravillosas de Dios en tiempos antiguos.
El relato de Job nos recuerda que la justicia y la fidelidad pueden ser tocadas por el sufrimiento, y que incluso los corazones más íntegros conocen la fragilidad de la existencia. Sin embargo, en esos ecos del pasado se esconde la sabiduría de los antepasados, la enseñanza de que cada herida tiene su propósito y que cada cicatriz es la marca indeleble de un amor redentor.
Permítete escuchar esos susurros con el corazón humilde y dispuesto a perdonar. Los ecos del ayer no son lamentos de rencor, sino notas de una sinfonía de sanidad y reconciliación. Cada recuerdo doloroso, al ser abrazado con fe, se transforma en una luz que ilumina el camino hacia la paz interior.
Hoy, mientras la noche se cubre de estrellas y el universo susurra secretos antiguos, abre tu alma a esos recuerdos y deja que te enseñen la fortaleza que reside en el perdón. Que los susurros del pasado te guíen hacia una comprensión más profunda de la redención, y que cada lección vivida se convierta en un puente hacia un futuro lleno de esperanza.
Oración:
Dios eterno, permite que los susurros del pasado acaricien mi alma con la dulzura de Tu perdón. Que cada recuerdo, por doloroso que sea, se transforme en una lección de amor y sanación, y que Tu gracia me conduzca hacia la paz y la redención. Amén.
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